Negacionistas al poder: la agenda ambiental en la era de Trump y Milei
¿Hay espacio para la esperanza? ¿Cómo se construye?
¡Hola! ¿Cómo estás?
Se acerca el fin del año y es momento de hacer un balance del año y pensar en recobrar fuerzas para el que viene.
La canción recomendada para esta entrega es: The Long and Winding Road.
¿Qué pasó con el ambiente en 2024?
El balance ambiental del 2024 es bastante sombrío. Coincidieron en los últimos meses del año una serie de cumbres ambientales por diferentes problemas específicos: biodiversidad, cambio climático, plásticos y desertificación. Si bien es de celebrar que todas avanzaron en alguna discusión y, pese a las tensiones globales, lograron sostener agendas y acuerdos, fue un año donde la divergencia de intereses entre los países fue mucho más explícita de lo que se acostumbraba.
¿Qué significa esto y cómo se vio en los hechos?
Básicamente, que los países están más desembozados en la defensa de sus intereses, y el poder de policía moral de la comunidad internacional se diluye. Así, Arabia Saudita torpedeó la mención a la salida de los hidrocarburos en el texto final de la cumbre climática, los países petroleros evitaron un acuerdo sobre la reducción de la producción de plásticos y, en general, los países desarrollados se muestran impacientes por resultados ambientales en el Sur Global, mientras no aflojan la billetera para cumplir con el pedido de financiamiento de los países en desarrollo para pagar por los servicios ecosistémicos, adaptarse y armarse de capacidades para la transición.
De esta manera, las cumbres cerraron con compromisos magros y la promesa de proseguir las conversaciones y los esfuerzos en el 2025. En particular, esto pone una gran presión sobre el presidente de Brasil Lula da Silva y sus equipos, que serán anfitriones de la COP de cambio climático a fines del año que viene y tendrán que encontrar formas de sortear estos desafíos, que solo prometen acrecentarse con la toma de poder de Donald Trump en los Estados Unidos.
Trump y Milei, liderando el negacionismo
Remontándonos solo pocos años para atrás, la agenda ambiental pasó de un relativamente amplio consenso global impulsado en parte por un Estados Unidos que dejaba de torpedear el Protocolo de Kioto e impulsaba el Acuerdo de París, en equipo con la Alemania de Merkel y conversaciones cooperativas en la temática con la China de Xi Jinping. Parecía que el mundo finalmente estaba de acuerdo en actuar en conjunto frente al cambio climático.
Sin embargo, ese idilio duró poco porque en 2017 llegó Donal Trump al gobierno estadounidense con un discurso abiertamente negacionista del cambio climático y una búsqueda activa por deshacer políticas nacionales y retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París y así de los compromisos asumidos en la reducción de emisiones.
Hoy Trump vuelve a la presidencia y a diferencia de la vez anterior donde recién pudo retirarse del Acuerdo de Paris cuando ya concluía su mandato, esta vez podrá hacerlo en tan solo un año. Además, salieron del o perdieron mucho poder algunos líderes protagonistas de la agenda ambiental (como Angela Merkel o Emanuel Macron) y se viene fortaleciendo internacionalmente la derecha más extrema con sus ideas en contra de las agendas globalistas, la cooperación y la regulación en pos de la transición. En particular en el continente americano, si bien Trump perdió un aliado y ganó un enemigo con la salida de Bolsonaro de la presidencia de Brasil y la vuelta de Lula, tiene en Javier Milei un nuevo aliado estratégico para avanzar la agenda del escepticismo climático y entorpecer las negociaciones en un momento en el que el tiempo corre cada vez más rápido.
En la presidencia de Argentina desde diciembre de 2023, Javier Milei se proyecta como una de las figuras más importantes de la ultraderecha global. Y aporta desde ese ecosistema y desde la gestión del estado argentino a la degradación constante de la agenda ambiental. Desde la no adhesión a la renovada Agenda 2030, pasando por la retirada de la delegación argentina de las negociaciones de la cumbre climática, la reducción de las capacidades estatales y la prohibición de utilizar la palabra "cambio climático", hace un show de la negación y retirada ambiental. Sin embargo, a diferencia de su par estadounidense, él no preside una potencia mundial y depende del beneplácito de otros actores para ser exitoso en su mandato principal: ordenar la economía argentina. Esta contradicción se expresa en la imposibilidad de no firmar el documento del G20 sobre acción climática por presión de Brasil, Francia y China y en la obligación de avanzar con acciones ambientales concretas para cumplir con los requisitos de entrar a la OCDE. En síntesis, un país periférico y endeudado que quiere enmarcarse en el occidente liberal no tiene margen para demasiada narrativa anti ambiental efectiva.
De todas formas, este contexto genera muchas preguntas y angustia para todos quienes sabemos que el tiempo se escurre y el mundo no está avanzando lo suficiente en las metas ambientales como para evitar los peores escenarios. Y personajes como Trump y Milei, si bien la tienen difícil para desarmar los consensos creados a lo largo de 30 años de trabajo, van a intentarlo y tienen el aval de muchos poderosos de su lado.
We are still in
Una de las claves para sostener e incluso seguir avanzando con políticas ambientales es el compromiso y el rol activo del resto de los actores: gobiernos subnacionales, sindicatos, organizaciones de la sociedad civil, organismos multilaterales, cámaras empresariales y la población en general. No siempre es fácil ni está claro si la mejor estrategia es la confrontación o la acción por debajo del radar, pero lo que es indispensable es que estos actores sostengan la convicción y la defiendan pública y activamente.
En Estados Unidos, cuando Trump anunció que retiraba al país del Acuerdo de París, se formó una coalición de estados, sociedad civil y sector privado llamada America is All In. En ese marco, se comprometieron a sostener la meta de reducción de emisiones y participar en las negociaciones internacionales. Así, los estados y las ciudades comenzaron a tomar mayor protagonismo e impulsar políticas activas y compromisos conjuntos de descarbonización bajo la idea de que, más allá de lo que dijera Trump, la transición es imparable y el país no va a volver atrás.
¿Por qué pasa esto?
Una pensaría que, si los candidatos anti-acción climática llegan a la presidencia, es porque hay un consenso social en contra de la agenda. Sin embargo, suceden dos cosas. Por un lado, la evaluación de los gobiernos subnacionales es más de gestión y menos ideológica. Por otro, muchas de las políticas ambientales tienen que ver con la solución de problemas cotidianos de las personas, como la gestión de los residuos, el transporte, la calidad del aire y los espacios públicos, así como la generación de empleos y negocios verdes. Todo esto contribuye al bienestar de las personas y, más allá de lo que piensen en abstracto sobre cómo debería lucharse a nivel global contra el cambio climático, exigen y valoran la calidad de vida local.
Esta dinámica se replica en otros casos. Pasó en el Brasil de Bolsonaro con las iniciativas Aliança para a Ação Climática Brasil —conformada por más de 40 gobiernos, organizaciones y entidades subnacionales— y Governadores pelo Clima, que reúne a 25 gobiernos estatales. En ambos casos asumieron la responsabilidad de cumplir con los compromisos acordados en el Acuerdo de París.
Y está pasando en la Argentina de Milei. Las provincias continúan llevando adelante políticas ambientales, planes de adaptación y mitigación al cambio climático, participan de las instancias de negociación internacionales e incluso forman alianzas transpartidarias.
Por ejemplo, la provincia de Córdoba presentó en septiembre el Gabinete Provincial de Cambio Climático y, en octubre, un plan para la protección de la biodiversidad y restauración ecológica de la jurisdicción, no como una agenda aislada, sino con participación activa del gobernador. La provincia de Buenos Aires continúa llevando adelante una agenda ambiciosa vinculada a la gestión de residuos con mirada social y una transición energética provincial. En Santa Fe, el gobernador también sostiene la importancia de la mirada ambiental transversal en todos los ministerios, continúa recibiendo fondos internacionales para la protección de la biodiversidad y promoviendo acciones para la transición a la movilidad sustentable.
Y no son las únicas. En abril de este año se conformó la Alianza Verde, una concertación entre diferentes provincias —Misiones, Santa Fe, Córdoba, Jujuy, La Pampa y Entre Ríos— que busca sostener y potenciar la política ambiental. Entre sus actividades se encuentra la realización de un encuentro previo a la COP de biodiversidad, donde se debatieron distintos temas vinculados a la agenda con las provincias parte y otras invitadas.
Contra el negacionismo y la angustia: la esperanza climática
Si bien este sostenimiento de la agenda por parte de otros actores cuando el gobierno nacional se retrae nos habla de un camino que ya es difícil desandar, también es un escenario muy agotador en tanto ya sin este nuevo obstáculo la situación era complicada y ahora se suma al desafío un elemento más.
Pero es una pelea por nuestra supervivencia en la que no vale bajar los brazos. Hay muchos estudios que buscan entender de dónde sacar esperanza en que podemos resolver el desafío climático. Hay mil discusiones, pero un elemento central es que ser parte de la solución es la forma más efectiva. Ha habido una tendencia a entender el involucramiento climático principalmente como participar en movimientos que reclaman transformaciones a estados y grandes empresas, lo cual es absolutamente necesario, pero está lejos de ser la única forma de involucrarse. Las opciones son miles: crear una empresa de reciclado, estudiar ingeniería en renovables, diseñar políticas públicas, divulgar, diseñar, promover, movilizar, convencer. Todo aporta y todo es necesario. Y si nos damos fuerza mutuamente va a ser mejor.
Te mando un enorme abrazo, te deseo muy felices fiestas y hasta el año que viene!
Eli