¡Hola! ¿Cómo estás?
Gracias por estar acá. Abundan los espacios y las lecturas, por eso aprecio mucho el tiempo dedicado a esta conversación. Intentaré honrarlo.
El tema de esta primera entrega es tal vez el más importante: ¿cómo pensar una transición que tienda a la sostenibilidad ambiental y al desarrollo del sur global en simultáneo? Desde ya que no vamos a alcanzar a dimensionarlo completamente, pero sí comenzar a tirar algunas puntas para ir desenrollando el ovillo.
Como puntapié me gusta usar la reciente presentación del libro “Energy transitions in Latin America” editado por Esteban Serrani de la Universidad Nacional de San Martín (Argentina) y Lira Luz Benites Lazaro de la Universidad de Sao Paulo (Brasil). Te dejo imagen de la tapa:
Hablemos del libro
El libro está buenísimo, hace un gran esfuerzo por aportar una mirada integral respecto de la situación y la perspectiva de la transición energética en América Latina. Entre los temas que aborda están la pobreza energética, el orden geopolítico-energético, la economía política de las inversiones chinas en la región y mucho más. (Si te interesa y no lo conseguís, escribime).
Y acá va un primer apunte: qué importante es la producción de conocimiento específico sobre las regiones del sur global y sobre cómo la transición se despliega de manera particular en cada una de ellas. También es relevante que este conocimiento se produzca en inglés, ya que el diálogo académico, la difusión y la validación de saberes aún funcionan primordialmente en ese idioma. Por ahora, parece ser la única forma de trasladar las visiones particulares desde el sur global hacia el norte, de manera que puedan ser aprehendidas por académicos y decisores de esas regiones, contribuyendo de una forma más efectiva a pensar la justicia de las transiciones en su aspecto global.
El libro retoma el trilema energético: seguridad, equidad y sostenibilidad, pero busca entender las transiciones de un modo amplio —no solo como un cambio en la fuente de generación— e insertar ese esquema dentro de otros desafíos de la región, como la dependencia de los recursos naturales, los impactos ambientales locales, la importación de tecnología y la creación de empleos y capacidades industriales.
Hasta ahora, cuando hablábamos de transición, solíamos referirnos principalmente a la transición energética, y dentro de ella, a la incorporación de renovables no convencionales en la matriz eléctrica. La energía solar y la eólica son las tecnologías más accesibles para avanzar en la descarbonización de las economías. ¿Cómo se sitúa América Latina en ese proceso?
Al observar la composición de las matrices eléctricas de América Latina en comparación con las del mundo, se nota que la participación de energías bajas en carbono es similar a la de Europa. Esto se debe al alto porcentaje de generación hidroeléctrica y a una creciente participación de renovables modernas. Además, es la región con menor generación eléctrica a base de carbón, el combustible fósil más contaminante.
Esto no significa de ninguna manera que la transición en la región esté completa, pero sí que está relativamente avanzada. En la web Argendata se puede explorar en detalle (y en español y con los datos disponibles para descargar) cómo ha evolucionado la matriz eléctrica de los diferentes países.
Sin embargo, dado el nivel de desarrollo y el bajo aporte histórico de emisiones, la transición latinoamericana no puede estar enfocada exclusivamente en reducir las emisiones de su matriz. Más bien, debe contribuir también a la seguridad energética, la accesibilidad, la reducción de la pobreza energética y al desarrollo económico sostenible. En suma, una transición que sea justa.
Pero, ¿pensamos lo mismo cuando decimos transición justa?
Volviendo a la presentación del libro, una de las ideas más interesantes discutidas fue la perspectiva de Rafael Fernández Sánchez, investigador español de la Complutense. Según él, la noción de "transición justa" y el significado que le damos varía según la región. Aunque el principio de "responsabilidades comunes pero diferenciadas" está ampliamente aceptado y respaldado por los acuerdos internacionales, esto no garantiza que el Norte Global internalice realmente sus implicancias. Desde Europa y otros países desarrollados, cuando se habla de “transición justa” suele referirse a no dejar a nadie atrás en términos laborales dentro de cada país. Pero desde el sur global, entendemos que una "transición justa" implica no solo no dejar a nadie atrás en sectores afectados por la transición, sino también avanzar hacia un mundo más equitativo en términos de desarrollo.
Esta divergencia de interpretaciones se refleja en los resultados de la transición hasta ahora. Según Fernández Sánchez, y lo que se observa en las acciones concretas de los países del Norte, parece no haber una verdadera intención de fomentar procesos de desarrollo en el sur global ni de entender la transición como un mecanismo para reducir las desigualdades entre Norte y Sur. Los tres grandes actores globales —Estados Unidos, China y Europa— están inmersos en una carrera tecnológica en la que no dejan mucho espacio para otros.
La cooperación con el sur, entonces, parece limitarse a la imposición de estándares ambientales para la gestión y explotación de recursos naturales, con el fin de garantizar el abastecimiento necesario para la descarbonización del Norte. El Protocolo de Kioto (1997) incluía el mecanismo de desarrollo limpio, que facilitó el desarrollo tecnológico en China. Hoy en día, prácticamente no existen herramientas similares que ayuden al sur global a diversificar su inserción exportadora, lo que deriva en que la transición amplíe aún más la divergencia.
Todos somos el Norte Global de alguien: interludio sobre China
Una pregunta que aún no termino de resolver es dónde ubicamos a China en esta dicotomía del Norte y el Sur Global. Por un lado, históricamente su contribución al cambio climático ha sido menor que la de las potencias occidentales. Aunque ha experimentado un crecimiento económico impresionante, su ingreso per cápita sigue estando por debajo del de los países desarrollados y aún enfrenta altos niveles de pobreza.
Pero, por otro lado, la economía china compite directamente con la de Estados Unidos y es el país que genera la mayor cantidad de emisiones (27% del total global), lo que significa que nuestro futuro climático depende en gran medida de sus decisiones. Además, ha logrado posicionarse como líder en las cadenas de valor de las tecnologías verdes, colocándose en una posición ventajosa en la transición energética global.
Es decir, China pertenece al sur global, pero su tamaño y trayectoria en las últimas décadas ya no permiten ubicarla tan fácilmente en esa categoría. Una potencia no puede posicionarse como un país subordinado a las decisiones del Norte Global.
Todo esto nos pone en una encrucijada conceptual y normativa. ¿Debe China asumir las mismas responsabilidades que los países del Norte en cuanto a la mitigación, a pesar de su menor contribución histórica y las deudas sociales que aún tiene con su población? ¿O deberíamos reconocer su papel híbrido, que combina características del Sur y del Norte, lo que complica su posicionamiento moral y político?
Y aunque China es un caso extremo, la misma lógica aplica a otros países e incluso a regiones: hay tantos países en situaciones dispares que, aunque la clasificación Norte-Sur sirve como una imagen estilizada, en realidad casi todos somos el norte de alguien más.
Alianzas Norte-Sur y Sur-Sur para el Desarrollo Sostenible
Retomando a la definición de transición justa, dirán que estoy biased porque soy del Sur Global, pero realmente creo que nuestra interpretación de una transición justa es la correcta. Todas las personas del mundo merecen vidas dignas y felices, y para eso el desarrollo es indispensable. Además, hay un imperativo moral en los países que se desarrollaron generando el calentamiento global: ahora son los países más pobres, con menos recursos, quienes sufren las consecuencias.
Sin embargo, no parece sencillo superar esta brecha de interpretación. Además de las distancias y los idiomas, los incentivos son muy complicados: las organizaciones progresistas, como los sindicatos, representan a trabajadores afectados en sus propios países que "compiten" contra la radicación de industrias en el Sur. A la vez, la carrera tecnológica genera competencia entre los países industrializados, y el avance de las ideologías de ultraderecha pone en duda cualquier política de asistencia a terceros. Por poner solo un ejemplo que me mencionaron hace poco: en Alemania hubo una campaña de desacreditación de los fondos de cooperación internacional, diciendo que se gastaron millones de euros en financiar bicisendas en Perú.
Es un escenario complicado, no voy a mentirte. Pero algo es seguro: comenzar a entender y dimensionar el desafío es el primer paso hacia algo que se parezca a caminar en la dirección de una solución. Luego vendrá la construcción de alianzas. No será sencillo. Entre países del Sur competimos por proveer al Norte, y con el Norte los incentivos están desalineados. Pero somos muchos y muchas, y vale la pena intentarlo.
Gracias por llegar hasta acá. Nos leemos la próxima.
Gracias por tu artículo! Me parece muy interesante porque trata el tema desde su complejidad, teniendo en cuenta aspectos y actores muy diversos. A mi en particular me interesa la divergencia que hay entre los desarrollos y aplicaciones tecnológicas, tanto entre los países del Norte y del Sur Global, como al interior de los países de LAC, y lo que esto implica en nuestras economías primarias. ¿Vamos a dar nuestros recursos (hoy materiales críticos para el Norte) a un precio relativamente bajo para que unos pocos (allá y aquí) profundicen un camino que hoy es a todas luces insostenible? ¿Podemos desde aquí poner un freno al desenfreno que el crecimiento exponencial motoriza? Pero también me pregunto, ¿Qué mundo perfila (desde lo tecnológico y luego desde el desarrollismo) esta nueva ola de guerras que estamos viviendo? ¿Qué pasará cuando los impactos del Calentamiento Global provoquen desastres hoy impensados? Gracias nuevamente por tu trabajo! Luciano
Como siempre, lectura obligatoria lo que escribís!
Interesante pensar cómo la transición justa para el Norte Global puede ser un nuevo enclave sin desarrollo en el Sur, como en el caso del litio, si no proponemos algo más que "bajar las emisiones". La justicia no es un concepto absoluto y si no lo construimos y lo confrontamos (en el sentido del diálogo) quedaremos presos de apuestas tecnológicas sin ver su impacto y sentido social.